Los términos determinismo e indeterminismo
revisten en filosofía significados múltiples, conforme a los diversos modelos
de determinación e indeterminación que puedan darse. Existe un determinismo
físico, según el cual las leyes que rigen el mundo corpóreo son invariables.
Hay también un determinismo psicológico, cuyos defensores sostienen que todos
los fenómenos, incluso los referentes a la libertad, están, en última
instancia, condicionados de un modo ineluctable. Existe igualmente un
determinismo sociológico para el que el desarrollo de la sociedad, y por ende
del individuo que en ella se inserta, están regidos por una serie de leyes y de
situaciones históricas, ambientales, económicas, etc. Otro modo de determinismo
es el ético-moral. Y finalmente se habla del determinismo metafísico o
teológico, llamado también fatalismo. Hay que tener presente que estas
diversas clases de determinismo difícilmente se hallan en estado puro en los
diversos pensadores que los profesan. Generalmente vienen entremezcladas. Por
eso cada uno de los modos indicados de determinismo son generalizaciones
tendentes a precisar mejor sus sentidos.
II. TIPOS DE DETERMINISMO EN LA ACTUALIDAD.
Frente al determinismo rígido, defendido
por la práctica totalidad de los científicos y filósofos de la ciencia de
tiempos anteriores, a principios del presente siglo van surgiendo teorías que
lo contravienen; tales son: la teoría cinética de los gases y la de los cuantos
de M. Planck. Pero ellas no fueron más que los primeros pasos de la gran
revolución que va a suponer W. Heisenberg con su principio de incertidumbre, siguiendo las huellas de su
maestro N. Bohr. En síntesis y con palabras de su discípulo W. Strobl, puede
formularse así: «Aun cuando conociéramos todos los actos de un estado actual
del mundo en que vivimos..., sin embargo los estados futuros no podrán
calcularse como hechos ya consumados, o predestinados, sino tan sólo halos de
inclinación hacia una mayor o menor probabilidad»10. La razón de ello es que
resulta imposible determinar en cada caso, con precisión, la velocidad y la
posición de las partículas elementales, de las que depende el comportamiento de
la realidad corpórea. Esta indeterminación es representada por la fórmula p.
q><h/4pi. En la fórmula, p representa la «coordenada instantánea del
momento», q «la coordenada de posición»,
mientras que h representa la constante de Planck; p es el coeficiente de
desviación del valor medio de un instante dado, y q el
coeficiente de desviación del valor medio de la posición. Ello significa que no
se puede determinar al mismo tiempo, y con total exactitud, la velocidad y la
posición de una partícula en un momento dado. Porque, cuanto más exactamente se
determinase la velocidad, tanto menos se podría determinar su posición y
viceversa11.
Como se puede apreciar, las pretensiones
deterministas de la física
clásica se vienen abajo ante
el principio de incertidumbre; pero no sin reticencias por parte de algunos
científicos, entre los que cabe destacar a A. Einstein. El mismo Heisenberg
relata las largas y acaloradas discusiones que sostuvieron con el creador de la
teoría de la relatividad él mismo y su maestro N. Bohr. El congreso de físicos,
celebrado en Solvay (Bruselas), en 1927, hizo de este tema el objeto principal
de discusión. Después de varios días de diálogo, Einstein no se convenció de la
racionalidad de la teoría indeterminista; y a cierto punto, un tanto inquieto,
dijo: «El buen Dios no juega a los dados». A lo que Bohr replicó: «Pero no es
asunto nuestro prescribir a Dios cómo tiene que regir el mundo»12. L. de
Broglie testimonia también el rechazo de Einstein al indeterminismo, al
escribir: «Einstein, profundamente hostil a la interpretación probabilista, le
oponía inquietantes objeciones que N. Bohr trataba de superar con sutiles
raciocinios»13. El
mismo de Broglie se muestra un tanto disconforme con el indeterminismo,
recurriendo para explicar la incertidumbre de los fenómenos microfísicos a parámetros ocultos, tratando de dar la mano al mismo
tiempo a Bohr y a Heisenberg. Para él, las «incertezas que nos impiden
establecer un determinismo causal de los fenómenos en la escala cuántica serían
debidos, entonces, solamente a la ignorancia en que estamos acerca del valor
exacto de esos parámetros ocultos».
Con motivo de la teoría indeterminista de
Bohr y de Heisenberg, ciertos pensadores han sacado unas consecuencias
injustificadas, si la teoría se toma en su auténtico sentido; y llegan algunos
a pensar que el principio de causalidad carece de valor, incluso se ha
pretendido negar valor demostrativo a las pruebas racionales de la existencia
de ->Dios, que, como se sabe, se fundan, las más importantes, en ese
principio14. Sin embargo, la teoría indeterminista, bien entendida,
no conlleva tales consecuencias. La imposibilidad de determinar
cuantitativamente las coordenadas de un efecto, no prueba que se produzca sin
causa. A este respecto ha escrito Strobl: «En la nueva física no hay ni
determinismo ni indeterminismo. Sigue manteniéndose tanto la determinación por
leyes como por causas eficientes». Esta es la concepción del mismo Werner
Heisenberg, autor de las relaciones de
indeterminación e incluso de indeterminismo15. Es más, aun cuando las leyes
referentes al comportamiento de las partículas sean estadísticas, si no hubiera
cierta regularidad en él, la Física no sería posible como ->ciencia. Así
piensan, entre otros, los premios Nobel L. de Broglie, Max Planck y Max Born.
Como hemos visto, los materialistas,
panteístas y fatalistas suponen el Universo, y cada uno de los seres que lo
integran, sometidos a leyes inexorables y perfectamente determinables. En estos
sistemas no queda lugar para la libertad humana. Pero en los dos últimos siglos
han surgido varias escuelas de psicología que han llegado a la misma
conclusión, profesando un determinismo psicológico. Así para los freudianos, todos los actos psíquicos tienen
su razón de ser en su fuerza motora, en los impulsos y, muy particularmente, en
la libido. De modo parecido el conductismo, iniciado por J. B. Watson a
principios de este siglo, defiende también un rígido determinismo psicológico.
Watson ha pretendido elaborar una psicología humana sobre el mismo modelo que
la animal. Para él todos los procesos psíquicos son reacciones condicionadas
por los diversos estímulos. Por ello el conductismo, llamado también
behaviorismo, constituye una mezcla de zoopsiquismo y de mecanismo.
Hay, por contra, un determinismo
psicológico que, lejos de anular la libertad, la explica. Efectivamente, todo
acto libre se deriva, en última instancia, de una apetencia necesaria; tal es
la apetencia del ->bien en general. Todo lo que se presenta como bien, y por
lo mismo que se presenta como tal, atrae necesariamente la voluntad. Dada esa
apetencia básica, la libertad se ejerce acerca de los medios que conduzcan no
necesariamente a lo que es aprehendido como bien. Sin esa apetencia necesaria,
fundamental, la libertad no se ejercería. Así, la determinación del bien
absoluto y de los mismos medios necesarios, ejercen una determinación absoluta
sobre la voluntad. Por contra, respecto de los medios no necesarios, se halla
indeterminada y con potencia de autodeterminarse. Defienden este determinismo
psicológico, todos los filósofos y teólogos de corte tomista, con el Doctor
Angélico a la cabeza.
Emparentado con el determinismo
psicológico, se ha dado en la historia del pensamiento un determinismo moral. Este tiene su base en el
determinismo intelectual y su expresión en la voluntad. En general, los
filósofos griegos se muestran optimistas respecto de los poderes de la razón.
Quien se pone en presencia del ser no puede menos que conocerlo; y el bien obra
de tal manera que, una vez conocido, actúa de un modo absolutamente
determinante sobre la voluntad, que no puede menos de perseguirlo o
practicarlo16. De ello se sigue que, para Sócrates, no puede haber una falta
moral. Quien realiza algo malo, lo hace por ignorancia y, por lo tanto,
involuntariamente. Y el sujeto de esa falta no debe ser castigado, sino
instruido17.